Nueva norma para controlar la gestión de residuos eléctricos y electrónicos en España

El esperado Real Decreto para el mercado de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos termina su tramitación; busca controlar todos los canales de gestión para atajar la ilegalidad y evitar sanciones europeas.

El 16 de octubre, la Comisión Europea abrió un procedimiento de infracción contra España por no haber incorporado a su ordenamiento jurídico la Directiva 2012/19/UE, sobre Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (Raee) en el plazo establecido, que venció el pasado 14 de febrero. El toque de atención incluía un margen de dos meses para cumplir, so pena de elevar la denuncia al Tribunal de Justicia Europeo, cuyo fallo conlleva sanciones.

Afortunadamente, se está terminando de tramitar un nuevo Real Decreto sobre Raee que traspone la citada Directiva e, incluso, va más allá en algunos aspectos, como el establecimiento de un objetivo para la reutilización de los aparatos usados en circuitos de segunda mano, medida que se descolgó de la versión final de la Directiva a última hora. Teniendo en cuenta el ritmo de caracol de la burocracia bruselense, el procedimiento infractor no llegará a convertirse en sancionador.

El retraso en la elaboración del Decreto -y en la transposición de la Directiva- se ha debido a "las dificultades que implica establecer un nuevo régimen de gestión en un flujo de residuos cuya situación en España es difícil", según indica la memoria de impacto de la futura norma.

De acuerdo con la Fundación para la Economía Circular, los Raee son el 2,5 por ciento de los residuos domésticos y comerciales del país. Son muy variados, por lo que exigen tratamientos específicos y, a diferencia de otros residuos, tienen valor económico; por consiguiente, alrededor de su gestión hay conflictos de intereses: los fabricantes quieren introducir constantemente productos nuevos en el mercado; los sistemas integrados de gestión (SIG), financiados por los fabricantes, se consideran el legítimo canal de recogida y tratamiento, y compiten entre sí, a veces con prácticas impropias; los chatarreros no quieren dejar de ganarse la vida vendiendo sus materiales; los consumidores pagan para que no acaben en el vertedero, etcétera. Sobrevolando todo ello está el descontrol: no se sabe qué tratamiento recibe el 80 por ciento de los Raee que se generan en España.

Según los datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama), que no tienen en cuenta la comercialización ilegal, en España se venden casi 740.000 toneladas de aparatos eléctricos y electrónicos al año y sólo se recogen alrededor de 160.000 toneladas. De estas se valorizan, reutilizan o reciclan un 75 por ciento, pero todo lo demás, el 80 por ciento restante, desaparece por culpa del mal sistema de trazabilidad; en circuitos directamente ilegales se mueve un 30 por ciento. Quizá una parte importante se gestione correctamente, pero no hay datos.

El consumidor paga para nada

Los Raee contienen materiales valiosos. De la gran mayoría se extrae plástico y metales, que son preciosos en algunos casos, como el de los teléfonos móviles: cada terminal de 100 gramos contiene 0,0008 gramos de oro, plata y paladio. En el mercado se pagan unos 200 euros por tonelada de plástico, 300 euros por la de acero, entre 800 y 1.000 por la de aluminio y unos 4.500 euros por la de cobre. Por eso los residuos escapan de los circuitos controlados de recogida.

Al comprar uno de estos aparatos, el precio incluye el tratamiento que debe recibir cuando no nos sea útil. Dependiendo de las marcas, por cada teléfono pagamos unos 0,075 euros; por cada frigorífico, de 25 a 30; por cada lavadora, cinco, etcétera. Con estas cantidades, los fabricantes establecen los SIG, encargados de recoger los Raee para que sean tratados adecuadamente y evitar que acaben en el vertedero. El descontrol por lo tanto, desvirtúa el pago inicial de los consumidores.

Además, no se sabe si se tratan como deben las substancias tóxicas o perjudiciales para el medio ambiente, como ocurre con los gases fluorados de los frigoríficos, muy contaminantes; es harto frecuente que a los gestores autorizados lleguen las neveras con el motor reventado, con lo que ya se ha producido la fuga de gases.

El descontrol y la ilegalidad pueden comenzar con los indigentes que recogen los aparatos que los vecinos dejan en la calle, quizá a la espera del transportista correspondiente, o con el asalto a los puntos limpios, tan frecuentes que se está empezando a usar un caro sistema de cierre hidráulico para los contenedores y no es raro que se hayan alcanzado, bajo cuerda, pactos con los ladrones para evitar mayores destrozos.

Pero también puede ser un chatarrero que no actúe como un auténtico gestor de residuos, o una tienda de reparaciones sin autorizaciones ni garantías. En demasiadas ocasiones -mucho más fuera de la UE- los residuos sin valor acaban en los países pobres.

Contabilizar todos los circuitos

Estando así las cosas, la gran obsesión del Gobierno es disponer de información y controlar los flujos de los valiosos residuos, de modo que se contabilice lo que transita por todos los circuitos y se asegure su correcto tratamiento. Además, no puede olvidarse que hay que cumplir con la UE, que ya nos está dando toques de atención. 

La cosa no está fácil. La actual normativa establece que desde finales de 2006, y hasta diciembre de 2015, se deben recoger separadamente unos cuatro kilos por habitante y año de Raee. España nunca ha conseguido alcanzarlos, y nos hemos quedado en el entorno de los tres kilos por habitante y año, aunque se dice que cumpliríamos el objetivo si se contabilizase el material que circula por los canales opacos.

La nueva normativa es más exigente e incrementa los objetivos progresivamente. Además, habrá que afinar, porque en vez de establecer esas metas en función del peso, como hasta ahora, lo hará en función del porcentaje de aparatos recogidos de acuerdo con siete categorías diferentes, desde lámparas hasta paneles fotovoltaicos; en conjunto, hasta 2018 habrá que recoger el 45 por ciento y después el 65 por ciento.

Para poner orden en la recogida de Raee, el nuevo Decreto establece cuatro canales: la recogida de basuras de los municipios; las tiendas de los distribuidores de aparatos nuevos, que deberán aceptar los aparatos usados -incluidos los muy pequeños, como los teléfonos- si disponen de un establecimiento de más de 400 metros cuadrados; los propios fabricantes, que pueden establecer SIG, colectivos o particulares; y los gestores de residuos, como los chatarreros.

Además, mejora el sistema de trazabilidad de los aparatos, establece normas técnicas homogéneas para su tratamiento y crea un Centro de Coordinación, con potentes herramientas telemáticas, en el que participarán todos los actores del proceso, desde las comunidades autónomas -cuyos sistemas informáticos no cuadran- y los ayuntamientos, hasta las entidades de la llamada economía social, como los Traperos de Emaús, pasando por los fabricantes o los puntos limpios. "Con ello debería conseguirse que a los centros de tratamiento especializados lleguen sólo los residuos para los que están diseñados, en contra de lo que pasa ahora", como sostiene Daniel López, de Ecologistas en Acción. En la actualidad hay unos 700 centros de tratamiento repartidos por todo el país y se estima que sólo el 30 por ciento de los residuos que reciben son adecuados para sus instalaciones.

El fabricante financia, pero no controla

Todos los actores del mercado de Raee reconocen el esfuerzo del Gobierno por aclarar el panorama, pero el planteamiento ha sentado muy mal a algunos de los interesados, como los fabricantes. La Ceoe, en sus alegaciones al borrador de Decreto, es tajante: "amenaza la competitividad de los sectores afectados, va contra el mercado único y genera situaciones de grave inseguridad jurídica".

El malestar de las empresas abarca numerosos aspectos de la nueva norma, pero quizá el principal esté en el hecho de que se obliga a los fabricantes -también los que venden por Internet- a financiar todo el proceso de recogida, incluido el Centro de Coordinación y las campañas de sensibilización, sin que puedan controlar cómo se realizan las labores ni su resultado final. Es más, se les considera responsables de todo y tienen que depositar una fianza -variable en función de los objetivos de recogida y unos costes medios de gestión- que pueden ejecutar las comunidades autónomas si consideran que no se han alcanzado los objetivos en su territorio, aunque sí se hayan cumplido en el plano nacional.


Reducir los costes de gestión de los SIG

En la actualidad hay nueve SIG de Raee de ámbito nacional que atienden a la vez a varios fabricantes, así como algunos SIG de ámbito autonómico, además de los sistemas habilitados individualmente por los propios fabricantes. En conjunto, de acuerdo con estimaciones informales, su volumen de negocio asciende a 70 u 80 millones de euros anuales.

Todos ellos se coordinan en una oficina, Ofiraee, en la que no tienen cabida los otros agentes del mercado de residuos, uno de los principales fallos del sistema actual.

Ofiraee ha costado 34 millones de euros entre 2007 y 2013, incluyendo pagos a entes locales por unos tres millones y campañas de publicidad por otros 10 millones. El Magrama considera que es un monto elevado para los resultados obtenidos y aspira a reducirlo. De acuerdo con la memoria de impacto del Decreto, el nuevo Centro de Control exigirá una cuantía "sustancialmente menor", pero sin especificar más; de hecho, la memoria sólo augura una importante rebaja de los costes de gestión, que deberían pasar de 35.000 euros anuales a únicamente 3.500.


Una norma sin análisis de impacto económico

Ceoe rechaza de plano estas expectativas de ahorro y es muy dura con el exiguo análisis económico que respalda el nuevo Decreto. Considera que "el coste general de las medidas que se introducen es elevadísimo" y que "no existen análisis de impacto rigurosos de las consecuencias de estas medidas sobre los sectores afectados". De acuerdo con todas las fuentes consultadas, la patronal de patronales tiene razón: si el sistema de gestión va a ser mejor y más complejo, tiene que ser necesariamente más caro.

Igualmente, Ceoe alerta de que, aunque la memoria espere numerosos efectos económicos positivos, como un aumento "exponencial y notable" del empleo, un abaratamiento de los productos por la mayor eficiencia de la recogida, una mayor innovación para cumplir los nuevos requisitos técnicos y otros efectos que no se cuantifican, hay que considerar costes importantes, como la adaptación de las factorías al nuevo sistema de trazabilidad o a las nuevas especificaciones técnicas, y la preparación de los puntos de recogida de los aparatos usados para que puedan reutilizarse.


Preparación para la reutilización: punto controvertido

Ese punto, la preparación para la reutilización, que el texto fija en el 5 por ciento de los Raee recogidos, es uno de los más controvertidos. Los fabricantes han cargado contra él porque reducirá las ventas de productos nuevos y reclaman que no se aplique hasta que sea obligatorio en toda la UE. Alegan que será complejo y costoso tanto habilitar los puntos de recogida como preparar nuevos canales de venta para los productos de segunda mano, extremo que otros agentes ponen en duda.

"La preparación para la reutilización puede ser tan sencilla como preguntar al propietario del aparato si éste funciona o no; si funciona, se deja aparte y ya está", comenta Álvaro Rodríguez, portavoz de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje, entidad que aglutina a los gestores, la gran mayoría chatarreros. Su sector está mucho más contento con el resultado del Decreto: "no está como nos gustaría, pero valoramos el esfuerzo que se ha hecho y nos hemos sentido escuchados y reconocidos". No es para menos, porque ahora serán parte activa del proceso de gestión.

En cualquier caso, el Magrama parece haber escuchado las quejas de los fabricantes y ha anunciado que en la versión final del Decreto el objetivo de recuperación se reducirá hasta el 2 ó el 3 por ciento, según el tipo de aparato.

Avanzar hacia la prohibición de la obsolescencia programada

Las asociaciones ecologistas y numerosos expertos subrayan la importancia de la reutilización, que es un avance en la aplicación de la pirámide de gestión de residuos, encabezada por la prevención y seguida por la preparación para la reutilización, el reciclado, la valorización y el vertido. Además, se interpreta como un paso adelante hacia la prohibición de la obsolescencia programada -"desfachatez programada", dicen algunos-, algo que la vecina Francia ya ha legislado: su nueva Ley de transición energética incluye multas que pueden llegar a los 300.000 euros y penas de cárcel de dos años para los fabricantes que programen la defunción de sus productos.


A la CNMC le gusta la nueva norma

La unidad del mercado nacional es otro aspecto controvertido. El Decreto establece, a la vez, objetivos de ámbito nacional y autonómico, y otorga a los ayuntamientos la potestad de escoger a los gestores de residuos, práctica criticada por la CNMC por el amiguismo en que puede derivar.

El organismo regulador también cuestiona las obligaciones de información impuestas a los fabricantes con una cuota de mercado superior al 30 por ciento, porque invade sus competencias, pero "valora positivamente" la propuesta normativa, porque facilitará la trazabilidad, "sintoniza" con la unidad de mercado y evitará mucha de la competencia desleal que produce la economía sumergida. Eso sí, reclama una reducción del número de registros y de las obligaciones de informar a las distintas administraciones que padecen los incumbidos.

Dividir en dos el mercado

En resumidas cuentas, el nuevo sistema será económicamente más caro a corto plazo, pero más barato ambiental y socialmente, y probablemente aumente todos los beneficios a medio y largo plazo. Además, al contemplar todos los canales de gestión de los residuos, facilitará que se alcancen los objetivos comunitarios y que nos libremos de las sanciones.

La principal pega es que dividirá en dos el mercado, entre Raee sin valor y Raee con valor. Así lo resume José Pérez, consejero delegado de Recyclia, una plataforma integrada por tres SIG: "cabe esperar que el resto de agentes se limite a la recogida y gestión de aquellas fracciones de residuos de las que pueda obtenerse un valor positivo, en lugares de fácil acceso y acopios significativos".

Fuente: http://www.eleconomista.es/seleccion-ee/noticias/6328257/12/14/Nueva-norma-para-controlar-la-gestion-de-residuos-electricos-y-electronicos.html#.Kku8QddgBXSsnUD

 

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