En todas partes se cuecen habas
Al comprar cualquier aparato que tenga un cable o una pila (sea un reloj, teléfono móvil, ordenador, una tostadora o un frigorífico) los consumidores pagan un canon para financiar el reciclaje de ese chisme y que los metales pesados que lleva no contaminen. Sin embargo, seis años después de la entrada en vigor del decreto que regula el sistema y pese a que los consumidores pagan al año unos 360 millones de euros, las plantas de tratamiento de residuos están casi vacías: la gran mayoría de los aparatos acaban en chatarreros ilegales o exportados a países en desarrollo como productos de segunda mano. El fiscal coordinador de Medio Ambiente, Antonio Vercher, junto con la Guardia Civil, tiene en marcha una amplia investigación sobre el sistema y ya ha imputado a unas 60 personas por trocear frigoríficos sin control. La planta de tratamiento de residuos electrónicos de Campo Real (Madrid) funciona solo por las mañanas porque no tiene mucho trabajo. Abrió en 2004 con una inversión de 10 mil